CAPITULO 6
- Sucedió en el sábado
segundo - primero que, al atravesar los sembrados, sus discípulos
arrancaban espigas, y desgranándolas con las manos, las comían.
- Algunos fariseos les
decían: ¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado?
- Y Jesús respondiéndoles
dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando tuvo hambre él y los que
estaban con él?
- ¿Cómo entró en la casa de
Dios, y tomó los panes de la proposición y comió, y dio a los que estaban
con él, siendo así que sólo está permitido comerlos a los sacerdotes?
- Y les decía: El Hijo del
Hombre es Señor también del sábado.
- Otro sábado entró en la
sinagoga y se puso a enseñar. Y había allí un hombre que tenía seca la
mano derecha.
- Los escribas y fariseos
observaban a ver si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle.
- Pero él conocía sus
pensamientos, y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte
en medio. Y levantándose se puso en medio.
- Entonces Jesús les dijo: Yo
os pregunto: ¿es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la
vida a un hombre o quitársela?
- Y mirando a su alrededor a
todos ellos, dijo al hombre: Extiende tu mano. La extendió, y su mano
quedó curada.
- Ellos se quedaron
completamente ofuscados y discutían entre sí qué harían contra Jesús.
- Sucedió en aquellos días
que salió al monte a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios.
- Cuando se hizo de día,
llamó a sus discípulos, y eligió a doce entre ellos, a los que denominó
Apóstoles:
- a Simón, a quien puso el
sobrenombre de Pedro, y a su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y
Bartolomé;
- a Mateo y Tomás; Santiago
de Alfeo y a Simón, llamado Zelotes;
- a Judas de Santiago y Judas
Iscariote, que fue el traidor.
- Bajando con ellos, se
detuvo en un lugar llano; y había una multitud de sus discípulos, y una
gran muchedumbre del pueblo procedente de toda Judea y de Jerusalén, y del
litoral de Tiro y Sidón,
- que vinieron a oírle y a
ser curados de sus enfermedades. Y los que estaban atormentados por
espíritus inmundos quedaban curados.
- Toda la multitud intentaba
tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
- él, alzando los ojos hacia
sus discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el
Reino de Dios.
- Bienaventurados los que
ahora padecéis hambre porque seréis saciados. Bienaventurados los que
ahora lloráis, porque reiréis.
- Bienaventurados seréis
cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban
vuestro nombre como maldito, por causa del Hijo del Hombre.
- Alegraos en aquel día y
regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en el Cielo; pues de este
modo se comportaban sus padres con los profetas.
- Pero !Ay de vosotros los
ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
- !Ay de vosotros los que
estáis hartos, porque tendréis hambre! !Ay de vosotros los que ahora reís,
porque gemiréis y lloraréis!
- !Ay cuando los hombres
hables bien de vosotros, pues de este modo se comportaban sus padres con
los falsos profetas!
- Pero a vosotros que me
escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os
odian;
- bendecid a los que os
maldicen y rogad por los que os calumnian.
- Al que te hiere en la
mejilla preséntale también la otra, y al que te quite el manto no le
niegues tampoco la túnica.
- Da a todo el que te pida, y
al que toma lo tuyo no se lo reclames.
- Haced a los hombres lo
mismo que quisierais que ellos os hiciesen a vosotros.
- Si amáis a los que os aman,
¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores aman a quienes los aman.
- Y si hacéis bien a quienes
os hacen el bien, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores hacen
lo mismo.
- Y si prestáis a aquellos de
quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tendréis?, pues también los
pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto.
- Por el contrario, amad a
vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperar nada por ello; y será
grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno
con los ingratos y con los malos.
- Sed, pues, misericordiosos
como vuestro Padre es misericordioso.
- No juzguéis y no seréis
juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis
perdonados;
- dad y se os dará; echarán
en vuestro regazo una buena medida, apretada, colmada, rebosante: porque
con la misma medida que midáis seréis medidos.
- Les dijo también una
parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en
el hoyo?
- No está el discípulo por
encima del maestro; y será perfecto todo aquel que sea como su maestro.
- ¿Por qué miras la paja en el
ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en el tuyo?
- ¿Cómo puedes decir a tu
hermano: hermano, deja que quite la paja de tu ojo, no viendo tú mismo la
viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y
entonces verás con claridad cómo sacar la paja del ojo de tu hermano.
- Porque no hay árbol bueno
que dé mal fruto, no tampoco árbol malo que dé buen fruto.
- Pues cada árbol se conoce
por su fruto; no se recogen higos de los espinos, ni se cosechan uvas del
zarzal.
- El hombre bueno del buen
tesoro de su corazón saca cosas buenas, y el malo de su mal tesoro saca
cosas malas: porque de la abundancia del corazón habla la boca.
- ¿Por qué me llamáis Señor,
Señor, y no hacéis lo que digo?
- Todo el que viene a mí y
escucha mis palabras y las pone en práctica, os diré a quien es semejante.
- Es semejante a un hombre
que, al edificar una casa, cavó muy hondo, y puso los cimientos sobre la
roca. Al venir una inundación, el río irrumpió contra aquella casa, y no
pudo derribarla porque estaba fundamentada sobre roca.
- El que escucha y no pone en
práctica, es semejante a un hombre que edificó su casa sobre tierra sin
cimientos; irrumpió contra ella el río y se cayó enseguida, y fue grande
la ruina de aquella casa.
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