CAPITULO 10

HACIA JUDEA Y JERUSALEN

 

  1. Saliendo de allí llegó a la región de Judea, al otro lado del Jordán; y otra vez se congregó ante él la multitud y, como era su costumbre, de nuevo les enseñaba.
  2. Se acercaron entonces unos fariseos que le preguntaban, para tentarle, si es lícito al marido repudiar a su mujer.
  3. El les respondió: ¿Qué os mandó Moisés?
  4. Ellos dijeron: Moisés permitió darle escrito el libelo de repudio y despedirla.
  5. Y Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este precepto.
  6. Pero en el principio de la creación los hizo Dios varón y hembra;
  7. por esto dejará el hombre a su padre y a su madre,
  8. y se unirá a su mujer, y serán los dos una sóla carne.
  9. Por tanto lo que Dios unió, no lo separe el hombre.
  10. Una vez en la casa, sus discípulos volvieron a preguntarle sobre esto.
  11. Y les dice: Cualquiera que repudie a su mujer y se una con otra, comete adulterio contra aquélla;
  12. y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.
  13. Le presentaban unos niños para que les impusiera las manos; pero los discípulos reñían a quienes los presentaban.
  14. Al verlo Jesús se enfadó y les dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis, porque de éstos es el Reino de Dios.
  15. En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.
  16. Y recibiéndolos en sus brazos, los bendecía imponiéndoles las manos.
  17. Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para conseguir la vida eterna?
  18. Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios.
  19. Ya conoces los mandamientos:
    No cometerás adulterio,
    no matarás,
    no robarás,
    no dirás falso testimonio,
    no defraudarás a nadie,
    honra a tu padre y a tu madre.
  20. El respondió: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi adolescencia.
  21. Y Jesús, fijando en él su mirada, se prendó de él y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo; luego ven y sígueme.
  22. Pero él, con el rostro afligido por estas palabras, se marchó triste, pues tenía muchas posesiones.
  23. Jesús, mirando a su alrededor, dijo a sus discípulos: !Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!
  24. Los discípulos quedaron impresionados por sus palabras. Y hablándoles de nuevo, dijo: Hijos, !qué difícil es que quienes confían en las riquezas entren en el Reino de Dios!
  25. Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios.
  26. Y ellos se asombraban aún más diciéndose unos a otros: ¿Y quién podrá salvarse?
  27. Jesús, habiéndoles mirado, dijo: Para los hombres esto es imposible, pero no para Dios; pues para Dios todo es posible.
  28. Comenzó Pedro a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
  29. Jesús respondió: En verdad os digo que no hay nadie que habiendo dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o campos por mí y por el Evangelio,
  30. no reciba en esta vida cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y, en el siglo venidero, la vida eterna.
  31. Porque muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros.
  32. Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús los precedía; estaban admirados y le seguían llenos de temor. Tomando aparte de nuevo a los doce, comenzó a decirles lo que iba a suceder:
  33. Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes, a los escribas y a los ancianos, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles;
  34. se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero al tercer día resucitará.
  35. Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.
  36. El les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
  37. Y ellos le contestaron: Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.
  38. Y Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado?
  39. Y ellos le respondieron: Podemos. Entonces Jesús les dijo: Beberéis el cáliz que yo bebo, y recibiréis el bautismo con que yo soy bautizado;
  40. pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía concederlo, sino que es para quienes está dispuesto.
  41. Al oír esto los diez comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan.
  42. Entonces Jesús, llamándoles, les dijo: Sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los oprimen, y los poderosos los avasallan.
  43. No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien entre vosotros quiera llegar a ser grande, sea vuestro servidor;
  44. y quien entre vosotros quiera ser el primero, sea esclavo de todos;
  45. porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención por muchos.
  46. Llegan a Jericó. Y al salir él de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, el hijo de Timeo, Bartimeo, un ciego mendigo, estaba junto al camino.
  47. Y como oyese que era Jesús Nazareno, comenzó a gritar y a decir: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí.
  48. Y muchos le reprendían para que callase. Pero él gritaba mucho más: Hijo de David, ten compasión de mí.
  49. Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle. Llaman al ciego diciéndole: !Animo!, levántate, te llama.
  50. Este, arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
  51. Jesús, preguntándole, dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le respondió: Rabboni, que vea.
  52. Entonces Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.

 

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