CAPÍTULO 23
- Entonces Jesús habló a las multitudes y a sus discípulos
- diciéndoles: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y
los fariseos.
- Haced y observad todo cuanto os digan; pero no hagáis sus obras,
pues dicen pero no hacen.
- Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobre los hombros
de los demás, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
- Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; ensanchan
sus filacterias y alargan sus franjas.
- Apetecen los primeros puestos en los banquetes, los primeros
asientos en las sinagogas,
- y los saludos en las plazas y que la gente les llame Rabí.
- Vosotros, al contrario, no queráis que os llamen Rabí, porque sólo
uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos.
- A nadie llaméis padre vuestro sobre la tierra, porque sólo uno es
vuestro Padre, el celestial.
- Tampoco queráis que os llamen doctores, porque vuestro Doctor es
uno sólo: Cristo.
- El mayor entre vosotros sea vuestro servidor.
- El que se ensalce a sí mismo será humillado, y el que se humille a
sí mismo será ensalzado.
- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que cerráis el
Reino de los Cielos a los hombres! Porque ni vosotros entráis, ni dejáis
entrar a los que entrarían.
- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que devoráis las
casas de las viudas con el pretexto de hacer largas oraciones! Por ello
recibiréis un juicio más severo.
- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que vais dando
vueltas por mar y tierra para hacer un solo prosélito y, una vez
convertido, le hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.
- ¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: el jurar uno por el
Templo no es nada; pero si uno jura por el oro del Templo, queda obligado.
- ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el Templo que santifica al
oro?
- Y el jurar uno por el altar no es nada; pero si uno jura por la
ofrenda que está sobre él, queda obligado.
- !Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que santifica la
ofrenda?
- Por tanto, quien ha jurado por el altar, jura por él y por todo lo
que hay sobre él.
- Y quien ha jurado por el Templo, jura por él y por Aquél que en él
habita.
- Y quien ha jurado por el cielo, jura por el trono de Dios y por
Aquél que en él está sentado.
- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que pagáis el
diezmo de la menta, del eneldo y del comino, pero habéis abandonado lo más
importante de la Ley, la justicia, la misericordia y la fidelidad. Estas
cosas había que hacer, sin omitir aquellas.
- ¡Guías ciegos!, que coláis un mosquito y os tragáis un camello.
- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que limpiáis por
fuera la copa y el plato, mientras por dentro quedan llenos de carroña e
inmundicia.
- Fariseo ciego, limpia primero el interior de la copa y del plato,
para que llegue a estar limpio también el exterior.
- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que sois
semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen hermosos, pero
por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda podredumbre.
- Así también vosotros por fuera aparecéis justos ante los hombres,
pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.
- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que edificáis los
sepulcros de los profetas y adornáis las tumbas de los justos,
- y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no
habríamos sido sus cómplices en la sangre de los Profetas.
- Así, pues, atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los
que mataron a los Profetas.
- Y vosotros, colmad la medida de vuestros padres.
- ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podréis escapar de la
condenación de la gehena?
- Por eso he aquí que voy a enviar a vosotros profetas, sabios y
escribas; a unos mataréis y crucificaréis, y a otros los flagelaréis en
vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad,
- para que caiga sobre vosotros toda sangre inocente que ha sido
derramada sobre la tierra, desde la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías,
al que matasteis entre el Templo y el altar.
- En verdad digo, todo esto caerá sobre esta generación.
- ¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los Profetas y lapidas a los
que te son enviados. Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la
gallina cobija a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste.
- He aquí que vuestra casa se os va a quedar desierta.
- Así, pues, os aseguro que no me veréis hasta que digáis: Bendito el
que viene en nombre del Señor.
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